Roba sonrisas

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Durante julio, tuve un muy mal día. De esos días en los que te sientes miserables desde el momento que te levantas hasta que logras dormirte después de dar mil vueltas en la cama. Un día en el que nada de lo que hacía tenía sentido ni propósito, donde te sientes agotado en todo momento.

Al día siguiente, seguía con la misma sensación de parálisis hasta que sucedió algo extraordinario. Mientras almorzaba, me quedé mirando hacia la ventana. No buscada nada en particular; mi mente se quedó pensando y mis ojos se dirigieron a la ventana por defecto. Y en unos instantes, estaba vivo y presente. Empecé a detallar y observé un ruiseñor en el árbol de mi jardín. Detalle sus colores que deslizan entre sus plumas. Admiré los movimientos de alerta que hacía para saber si necesitaba hacer una escapada. Sentí el regocijo mientras abría una fruta en el piso. Este momento no duró más de diez segundos. ¿Lo más sorprendente que hizo el ruiseñor durante ese tiempo?

Me robó una sonrisa.

De esas sonrisas que no planificas y que, cuando las haces, sientes su repercusión en cada músculo tenso de la cara. Sientes cómo la química de tu cuerpo se estira en cada extremidad. Te da esa cualidad de vivir el presente que tanto olvidamos. El ruiseñor no estaba programado en mi calendario, ni se encontraba en mi lista de quehaceres de la semana, y tampoco se cruzó en mi mente como una actividad importante. Sin embargo, fue el momento más relevante del día. El ruiseñor nunca sabrá el logro titánico que hizo. Yo nunca podré mandarle un correo para explicarle al ruiseñor el impacto que tuvo para mí en los diez segundos que lo detallé mientras disfrutaba su día entre las plantas de mi jardín. Solo me queda el momento en que me robó la sonrisa y transformó mi día.

¿Y si decidimos ser ladrones de sonrisas? ¿Qué sucedería si hacemos cosas pensando que, de alguna manera, le podríamos robar una sonrisa a alguien? Robarle una sonrisa a alguien nos trae al presente y nos recuerda las bondades de las pequeñas cosas. De esta manera, nos damos cuenta del impacto que podemos tener en alguien sin siquiera darnos cuenta.

El otro día, fui a hacer magia en un restaurante y no me sentía del todo bien hasta que vi a una persona tener una sonrisa de oreja a oreja por un momento mágico. En ese instante, me recordé por qué hago lo que hago y que nunca puedo desestimar el poder que tiene en las personas. Y la historia que tiene esta persona sobre ese momento mágico le robará sonrisas a otras personas que nunca tendré la oportunidad de conocer.

Mientras escribo esto, vi a mi ventana mientras reflexionaba. ¿Adivinen qué? El ruiseñor estaba allí y me robó una sonrisa otra vez.

Seamos ladrones de sonrisas para que sigamos brindando momentos únicos y especiales en diferentes oportunidades de nuestras vidas.

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